La ciudad contemporánea se construye hoy reapropiándose de los espacios residuales abandonados en el centro de las metrópolis.

El Îlot Phare está en el corazón de Marsella: entre el puerto comercial, el Puerto Viejo, la estación de Saint-Charles, la Belle de Mai y la Joliette, el Mucem y los barrios de Bougainville-Les Crottes y Cabucelle. Como una centralidad en potencia, el lugar es una ampliación del centro de la ciudad que se extiende sobre un antiguo terreno industrial y un promontorio que domina el puerto y el mar. Nace un nuevo trozo de ciudad en terrenos industriales una vez enclavados y abandonados a prácticas informales, gracias a un trabajo de cosido entre los barrios del norte y el centro. Fabricamos aquí una identidad urbana múltiple, adaptada a los nuevos estilos de vida y usos, ligada a las condiciones geográficas y climáticas de las ciudades mediterráneas.

Marsella forma parte de una llanura aluvial rodeada por una corona de colinas cuya lenta erosión ha estratificado lentamente el suelo y el entorno natural de la ciudad, dándole toda su identidad mediterránea y su Genius Loci.

El Îlot Phare es la alegoría de esta geología tan particular de la que deriva su morfología. La pared noroeste de la manzana se eleva, mineral, frente al mistral y al rocío marino para descender al sur en facies y muros de piedra seca. Estos últimos forman mesetas y terrazas propicias para la vida porque están resguardadas de los vientos y orientadas hacia el sur. Esta morfología consagra así un corazón de la manzana soleado, preservado y fértil dedicado a la vida colectiva en las diversas terrazas así como en el jardín. El proyecto tiende a crear las condiciones para una nueva forma de vida mediterránea: una forma de ósmosis entre lo mineral y lo vegetal, entre el interior y el exterior, entre la geología y la arquitectura.

El objetivo buscado es menos conceptual que la creación de un hábitat que concilie las cuestiones urbanas, sociales y climáticas al servicio del desarrollo sostenible de los barrios del norte de Marsella. Cada edificio de la manzana es un eslabón de esta cadena rocosa que contribuye a la creación de un conjunto urbano.