¿Cómo crecer en la ciudad y en la metrópoli?

En un entorno profundamente urbano y en plena mutación, la arquitectura del lugar de aprendizaje influye mucho en el entorno de un niño como lugar principal de su vida comunitaria. Se hace cargo de una parte del desarrollo físico, cultural e intelectual de las generaciones que nos siguen. Grandir nature transcribe este deseo de una infancia alegre, volcada hacia la naturaleza, el compartir y el aprendizaje personal. Vivir en la ciudad no debe ser un obstáculo, la biodiversidad está en todas partes del edificio, desde las huertas hasta el patio y el entorno paisajístico en las inmediaciones de la escuela.

El edificio gira y se enrolla a ambos lados de un hueco central, alrededor del cual discurren, en planta baja, los programas de la escuela infantil y la restauración. Nos gusta evocar la figura del nido para estos espacios que, bajo la benevolencia constante de los adultos, permiten que los más pequeños crezcan en contacto unos con otros. Es un nido, un refugio. Está protegido del mundo exterior y del sol por gruesos muros minerales, a través de los cuales podemos observar el exterior con total seguridad.

Con los años y su aprendizaje, el niño sigue evolucionando naturalmente hacia una mayor autonomía y sube por la rampa central hasta llegar a las clases de primaria. Vemos el cielo en grande y las posibilidades son muchas. Los espacios exteriores discurren en dos niveles y las zonas ajardinadas que integran permiten al niño percibir la diversidad y abundancia del mundo vivo en el que debe encajar. Las clases de primaria, agrupadas en los niveles B+1, B+2 y B+3 en un largo volumen de madera revestido de terracota, apelan a la imaginación de la cabaña: aquí nos desenvolvemos, experimentamos, colaboramos… inventamos.